viernes, 18 de septiembre de 2015

Y ENTONCES SURGE LA PREGUNTA: ¿VENDE MÁS EL MIEDO QUE EL AMOR?

Las emociones siempre han dominado de alguna manera la forma como los consumidores toman sus decisiones de compra, sin embargo últimamente  el miedo parece ser  el sentimiento que más moviliza a las masas. 

Hoy se llama Chicunguña, pero hace unos meses se llamó ébola y hace años se llamó AH1N1 y claro por tratarse de enfermedades generan miedo en la población, pero ese miedo es aprovechado por las marcas para popularizar productos que en otras circunstancias serian inútiles y por tanto no contarían con la aceptación del mercado. Así en su momento los geles sanitarios fueron impulsados gracias a la aparición del AH1N1, hoy los repelentes para mosquitos son muy importantes porque nos protegen de la picadura del zancudo que transmite la enfermedad, y aunque el repelente no es un producto nuevo, su uso se ha incrementado  gracias al miedo que genera enfrentarse a los dolores articulares y la fiebre propia del chicunguña.  Incluso en las redes sociales circula información que aumenta ese miedo con temas como que esta enfermedad es creada en un laboratorio o que terminaría generando traumas de por vida. Pero estos son solo ejemplos, pues a través del miedo se comercializan bloqueadores solares, jabones, cremas, gases pimienta, cercas, alarmas, seguros de vida y todo riesgo, vitaminas, etc.

Es cierto que las personas respondemos ágilmente a las emociones, pero hasta que punto  movilizar a las masas con miedo, puede ser una relación a largo plazo entre marca y consumidor?, que pasa cuando ese miedo se disipa?, se acaba entonces el argumento de venta?.  Esta es una reflexión importante pues si lo que se quiere es una relación duradera con los consumidores una emoción negativa como el miedo, no me va a permitir algún progreso al respecto, y es ahí donde se generan nuevos miedos, lo cual puede llevarnos a pensar en que la venta no es el producto o el servicio si no el miedo como tal; y claro como da resultado, lentamente se han ido desplazando otras emociones como el amor, la amistad y la solidaridad, que pueden generar recuerdos positivos que terminan reforzando la relación entre marca y consumidor, haciendo que se entiendan por largo tiempo y que incluso se pueda transmitir a futuras generaciones, pues finalmente lo que un día nos asustó,  no necesariamente tiene que impresionar a los nuevos consumidores.


Es por esto que vale la pena preguntarse, que tipo de estrategia  lleva la marca que represento?, pues a veces queda la impresión que no se esta construyendo futuro en las marcas, si no se esta creando reacción en el presente,  y eso a la larga no le aportará un crecimiento real al producto o servicio y obviamente no le permitirá una clara proyección para enfrentar a los nuevos consumidores.  Así las cosas, vale la pena preguntarse que se quiere si futuro o solo presente.

viernes, 14 de agosto de 2015

QUE RISA, UN FUNERAL!!!

 En menos de tres semanas he visitado dos veces una funeraria, lo cual para mí es todo un record, pues no soy amiga de las energías que estos sitios manejan.  Sin embargo tengo que aceptar que la llegada al lugar de velación despertó en mi el autocontrol que debo tener en estos lugares, pues no sé si es por los nervios, la mezcla de sentimientos o falta de cordura, lo que hace que muera de risa en unas honras fúnebres.    Y es que desde el re-encuentro con personas (porque seguro a un velorio llega más gente que a una fiesta), hasta el comentario fuera de foco, es motivo de risa.  Ahora no digo que la muerte sea motivo de risa, porque toda ella es dramática, sino que yo creo que por más dolor, aunque sea una risa se nos escapa (en mi caso el problema es crónico).

Mi última visita a una funeraria estuvo rodeada de confusiones (no sabia quien era quien, y eso que eran familia), de ejercicios de observación (las personas en un funeral son tristemente cómicas) y hasta encuentros casuales (y eso que hubo uno que no se finiquitó con éxito). 


Pero definitivamente la muerte siempre lo lleva a uno a la reflexión, pues para lo único fijo que tenemos en la vida no planeamos nada, y eso me llevó a pensar que cuando me muera no quiero ser velada, mejor que mis seres queridos inviertan el tiempo en un asado o  una tarde de té con galleticas y se rían, y si quieren pues también que lloren (jejeje).  Finalmente para mi morirse debe ser algo así como el regreso de unas vacaciones,  porque llega uno cansado pero divertido y con ganas de su casa y especialmente de su cama y su almohada;  sí,  definitivamente morirse debe ser como volver a la casa, con historias para contar y de pronto con cuentas por pagar, pero con esa sensación de volver a repetir y hasta riéndose de lo que un día nos hizo sufrir.