domingo, 13 de julio de 2014

12 AÑOS EN LA SULTANA

Después de 12 años de haber dejado de vivir más cerca de las estrellas para vivir en la sucursal del cielo, puedo decir que muchas cosas han cambiado en mi, por ejemplo empecé a encontrarle el lado positivo al champús, porque para mi era inconcebible tomar una bebida a base de maíz, lulo y hojas de naranjo agrio; aprendí a soportar que me vosearan, pues debo confesar que el acento caleño no era de mis favoritos. También perdí la vergüenza por no bailar salsa como lo hacen aquí y obviamente empecé a encontrarle gusto a ese genero musical y ahora hasta me atrevo a recomendar sitios de rumba en Cali. Pero sin lugar a dudas descubrir el pacifico, su cultura, su música, su gente y su comida (aunque mi alergia a los mariscos no me permita probar la mayoría de los platos), ha sido una maravillosa revelación; cuando hablo del Petronio con mis paisanos siento que quedo corta, porque la vibración del cuerpo a ritmo de pacifico es algo indescriptible que merece ser experimentado por cada persona, sentir la alegría en el corazón y ver como se contagia con solo compartir un espacio, un trago o una canción es un regalo que cada persona debería darse. Sin embargo y volviendo al cuento, hay cosas que la sultana no ha cambiado en mi, no he podido encontrar ese éxtasis que el chontaduro genera en los caleños, porque sigo pensando que es un fruto desabrido y pastoso, no me apetecen en lo más mínimo el jugo de borojó y la chuleta, y creo que el hablado tampoco cambiará, pues después de tantos años todavía digo sumercé, regio, horroroso y ala, ante los ojos atónitos de mis receptores (estoy segura que se burlan, pero no me importa). No sé cuantos años más seguiré aquí, pero por ahora solo puedo decir gracias Cali porque aquí he crecido, porque su gente me ha enseñado a ver la vida con colores más intensos, porque al ritmo de la música he podido reír, aunque todavía no sepa bailar como se debe; gracias Cali, por tus tardes de viento y sol, por el olor a caña, por la amabilidad, por tus días de lluvia con olor a tierra y por tener los brazos abiertos para todos aquellos que no nacimos aquí pero que nos sentimos parte de ti.