Mis hijas me han dado tal vez las mayores lecciones de mi vida y es que solo cuando se tienen hijos se piensa en los detalles mínimos de la vida diaria; pero todo este preámbulo tiene como objetivo manifestar como me están educando mis hijas desde que nacieron y compartir la piel de gallina de solo pensar cuales serán las lecciones cuando tengan 20 años, si ellas hablaran muy seguramente se contarían una historia parecida a esta:
Cuando nací mi mama era inexperta, pero intentaba hacer las cosas como decían los libros que había leído durante su embarazo, lo único que no tuvo en cuenta es que a veces la teoría se queda en el papel y solo la practica dicta el camino a seguir; aunque la paciencia no ha sido su mayor virtud se esfuerza y a veces lo logra, pero casi siempre aparece la impaciencia pues si no soy yo es mi hermana la que hace algo que logra sacarla de casillas, se enoja, nos regaña pero al ratico se le nota que tiene unas ganas locas de abrazarnos y besarnos…hmm claro que se las aguanta, sin embargo se le escapa decirnos “mi amor”, “mi corazón” y así.
Me gusta el computador de mi mamá y como insistía en jugar con su computador mientras ella estaba trabajando, ella entendió que su computador me llamaba la atención pero que sería mejor si jugábamos las tres con mi hermana… todavía le cuesta trabajo dejar su computadora cuando llegamos del jardín, pero con un poco de presión entiende y nos pone atención.
Cuando maneja habla con la gente de otros carros pero la verdad mi hermana y yo creemos que nadie la escucha, pues todos siguen derecho sin contestar nada y como le preguntamos de qué estaba hablando, más tarde le dijo a mi papá que “pilas con las palabras que usas, esas chinas están pendientes”.
A la hora de dormir nos acaricia, pero a veces se pone a jugar con nosotras y luego pretende que nos quedemos dormidas en un santiamén, ¡ay mamá dormirse jugando es de lo más complicado¡, de hecho pensamos que es imposible.
Cuando nos lleva a un parque o a algún sitio a jugar, le encantaría que nosotras le dijéramos “vámonos mami”, pero la verdad es muy rico jugar y aunque su falta de paciencia aparece justo cuando pretende convencernos que irnos seria una fantástica idea, ya estamos aprendiendo a mediar esas situaciones.
Bueno aunque nos ha hecho pataleta varias veces, nuestra mirada la tranquiliza y luego se toma un instante y nos sonríe como ofreciéndonos disculpas.
Muy seguramente si continuo no terminaría nunca pues, los hijos son nuestra gran escuela lo que pasa es que eso solo lo podemos entender los que somos padres, ya que las experiencias vividas muchas veces parecen de cajón a tal punto que las consideramos mentira; ojalá que mis hijas hagan de mi una mejor persona y ojalá yo siga siendo capaz de percibirlo.