No soy la única que lo hace, somos millones de madres que trabajan y tienen hijos, sin embargo pocas (me atrevo a decir muy pocas), somos quienes llevamos nuestros hijos al trabajo y nos desenvolvemos cada día con los niños como cómplices o mejor dicho socios de nuestras labores profesionales. Obviamente no es fácil pero se logra hace r, así sea ante los ojos atónitos de los espectadores que consideran que conjugar labores profesionales con niños no es posible, a no ser que sea una profesora preescolar.
Tal vez es por eso que tristemente me he encontrado con gente que usa expresiones como “que pecado” cuando encuentran a mi hija gateando en mi oficina, como ya no me dejo provocar me abstengo de entrar en detalles con estos personajes y así evito decirles que la ignorancia es atrevida y que si tuviera un poquito de mente abierta se daría cuenta que el piso es el lugar más seguro para un niño o ha visto a algún niño que se caiga del piso?; ahora el gateo es una etapa muy importante en el desarrollo motriz de un niño entonces cual es pecado que este gateando en una oficina? O es preferible que la tenga “guardada” en un corral? Pero lo que más jarto me parece es que los comentarios provienen en su mayoría de mujeres, lo cual me parece un poco excluyente pues a veces los “tonitos” son mordaces y suenan más duro que las palabras (pero ya me ocuparé en otro artículo de hablar de lo auto excluyentes que podemos ser las mujeres), claro como la moneda tiene dos caras también están las personas que les parece muy divertido trabajar con los niños y hasta sienten envidia de que ya podamos tener un buen desempeño laboral con nuestros hijos al lado en nuestro trabajo; finalmente la estadía con los hijos es tan cortica que es una bendición poder estar con ellos en la oficina, pues en un solo instante crecen y ya no van a estar trabajando con nosotros.
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