PARTE II
Tal vez la gran enseñanza de haberme “chamuscado” en el intento de hacer empresa es definitivamente tener una vida paralela, es decir una en la que trabajo y otra en la que vivo y comparto con mi familia y amigos; la segunda es más importante pero como el afecto no se mide en términos materiales es a la que menos importancia le damos y permitimos que sea fulminada sin siquiera defenderla un poquito.
El fuego es capaz de destruirlo todo y luego nos toca como el ave fénix volver de las cenizas, así después de quedar completamente achicharrados y como si no fuera lo suficientemente duro y como si las heridas del ego no fueran los suficientemente profundas, hay que seguir poniéndole la cara a todas las cosas pendientes (por lo general cuentas) que siguen torturándonos y haciéndonos la carga mas pesada. Pero en este punto lo ideal es hacer una membrana impermeable que no permita la entrada de esas “energías” destructivas que lograrían exterminar con el tesoro más grande...la vida familiar que a fin de cuentas es el único aliciente que tenemos para reponernos de la “chamuscada”. Este es sin duda el paso más duro, pues resurgir no es fácil y reponernos del golpe personal que acarrea chamuscarse tampoco; por eso después de la rabia, el dolor y la impotencia no queda de otra que creer, así sea doradito, tostadito o chamuscadito.
Hasta aquí todo parece renacer, pero en realidad a penas estamos en el ojo del huracán, pues los acreedores siguen tocando la puerta y con cada cobro, nuestras grietas de ego se acentúan más y más; pero de repente hace su aparición la premisa “Hay que perder para ganar” y aunque suena dramática es la verdad, pues no obstante la chamuscada, ahora debe enfrentar la refinanciación de obligaciones para poder pagarlas, así sea con unos intereses absurdamente altos (a esto los optimistas lo llamarían pagar por aprender), sin embargo pienso que el precio es muy alto.
Por ahora no queda de otra que tener paciencia, y tratar de recuperar el ego para quitarnos el sabor amargo de la lección aprendida a punta de golpes y por ahora prometer firmemente que no lo volveremos a hacer.
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